Herida de humillación y abuso emocional
Sentir que el otro no te valora, a pesar de hacer de todo, es síntoma de herida de humillación y abuso emocional hacia ti misma.
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Sentir que el otro no te valora, a pesar de hacer de todo, es síntoma de herida de humillación y abuso emocional hacia ti misma.
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El apego evitativo te hace sentir miedo en expresar tus emociones al otro y esto genera ansiedad y necesidad de alejarte para no sentirte sofocar…
La herida de injusticia puede llevarnos a creer que solo seremos amados y aceptados si somos perfectos en todo momento, lo que nos conduce a la autoexigencia implacable y la crítica constante hacia nosotros mismos y los demás.
La herida de injusticia está relacionada con la percepción de no ser valorado ni respetado, lo que puede llevar a sentimientos de indignidad y culpa si creemos que estamos recibiendo más de lo que merecemos.
A lo largo del tiempo, estas heridas pueden influir significativamente en nuestras relaciones de pareja. Sanarlas es un proceso vital para liberarnos de patrones destructivos y construir conexiones amorosas y saludables.
La máscara de la herida de injusticia es la del rígido: una persona inflexible que quiere ser perfecta en todo lo que hace para evitar ser juzgada.
Experimenta dificultades para relajarse, entregarse y disfrutar del placer. A pesar de parecer sensual, le resulta complicado expresar su ternura por completo.
Cuando la herida de traición se activa nos volvemos desconfiados. celosos de nuestra pareja, controlamos a escondida sus redes y todo lo que pueda ayudarnos a encontrar pruebas de su posible infidelidad.
La herida de rechazo te impulsa a huir del compromiso en la relación de pareja por miedo a nos ser suficiente.
Cuando el otro te da, o te exige, mucha atención te sientes sofocar y por esto necesitas alejarte. Lo curioso es que atraes a una pareja que necesita tenerte a su lado todo el tiempo, porque sufre de apego debido a la herida de abandono. Herida de rechazo y herida de abandono se atraen…
La herida de humillación crea la máscara del masoquista y, de todas las heridas, es la más difícil de reconocer.
El masoquista siente satisfacción y placer en el sufrir, casi siempre de forma inconsciente.
Vive experiencias de humillación, dolor y la emoción que predomina es la vergüenza.